Etiqueta: vidaabundante
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Planta en ti lo que quieres que florezca en los demás
Planta en ti lo que quieres que florezca en los demás.
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La risa es un tranquilizante sin efectos secundarios
La risa es un tranquilizante sin efectos secundarios
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Escuchas mi dolor cuando todos los demás se hacen los sordos. Me haces reír cuando creo que no puedo. Escuchas mis secretos y los hago tuyos. Me das un abrazo cuando no puedo encontrar mi voz. Limpias las lágrimas que el mundo me hace llorar. Significas para mí más de lo que el mundo nunca sabrá
Escuchas mi dolor cuando todos los demás se hacen los sordos. Me haces reír cuando creo que no puedo. Escuchas mis secretos y los hago tuyos. Me das un abrazo cuando no puedo encontrar mi voz. Limpias las lágrimas que el mundo me hace llorar. Significas para mí más de lo que el mundo nunca…
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Por mucha fuerza física que tenga un hombre, una madre siempre será más fuerte de corazón
Por mucha fuerza física que tenga un hombre, una madre siempre será más fuerte de corazón
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El trabajo hace que las cosas sucedan y el trabajo en equipo hace que sean maravillosas
El trabajo hace que las cosas sucedan y el trabajo en equipo hace que sean maravillosas
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El mundo se mueve gracias a la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honesto
El mundo se mueve gracias a la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honesto. Feliz día del trabajador!
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La primera justicia es la conciencia
La primera justicia es la conciencia. -Los miserables – Victor Hugo
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No es posible ser feliz si te pasas la vida frustrado por circunstancias que no puedes cambiar
No es posible ser feliz si te pasas la vida frustrado por circunstancias que no puedes cambiar. – Marco Aurelio
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Somos como los camaleones, tomamos nuestro tono y el color de nuestro carácter moral de aquellos que están a nuestro alrededor J. Locke
Somos como los camaleones, tomamos nuestro tono y el color de nuestro carácter moral de aquellos que están a nuestro alrededor.
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Si la oportunidad no llama, construye una puerta
Si la oportunidad no llama, construye una puerta – Milton Berle